Amigos

viernes, junio 23, 2017

Aviones de Papel

Descubrí  este poema hace años.
 Como entonces aun sigo amándolo.
 Por su pura
ternura


Hacíamos el amor en aviones de papel. 
Parece mentira, pero es posible meter dos cuerpos desnudos en ambas caras de una hoja.
 Sólo hacía falta una cena en un lugar público, 
un lápiz rojo,
 un lápiz negro y una mesa
 que separara dos cuerpos
 que no debieron juntarse nunca.
 Propuesta indecente / Girar el papel /
 Respuesta indecente / Girar el papel / 
Completar la frase / Girar el papel…

 Posteriormente, lo doblábamos en las cinco partes necesarias para que volara.
 Por lo menos, 
había 1.15 metros de aire que nos separaba. 
Que separaba la amenaza de mi diluvio, 
de la tranquilidad de ese desierto tuyo.
 Bastaba el enfrentamiento natural de ambos platos en un restaurante,
 un par de roces por debajo de la mesa,
 un camarero impertinente 
 que nos llenara la copa de vino 
cada 10 minutos,
 un movimiento estratégico muy bien pensado
 para enseñarme el escote y la amenaza latente
 de que algún conocido pudiera estar mirándonos.




 Bastaban tus ojos
 con las pestañas más largas de la historia. 
Bastaba ...
que me miraras y que me dijeras esas cosas que sabías decirme.
 Después,
 en la caminata solitaria de regreso,
 aprovechaba los parabrisas sucios para seguir escribiendo cosas con los dedos.
 Más tarde,
 al llegar a casa,
 ponía la radio 
en busca de una cuña publicitaria
 con tu voz para comprar
 lo que fuera que estuvieses vendiendo,
 aunque ni trabajes en la radio,
 ni negocies mas que besos ocultos.



 Por último,
 antes de dormir,
 me ponía frente al espejo y me escudriñaba los mofletes para ver
 si tenía pegada algunas de tus pestañas,
 ponérmela en el medio del pecho y creer que eras mia
o
 un deseo tuyo.
 Contigo,
 en esos minutos,
 me reía del mundo,
 aprendía que los besos
 se pueden beber con vino y la ropa se puede comer con pan,
 y que tu cama mide 90 de ancho por 1,90 de largo.
 Contigo,
 en esos minutos,
 me creía inmortal.

 Ana García Labrac 

jueves, junio 15, 2017

Sin Carnavalitos



A los sin mascaras.
A esos que les decimos reales.
A los auténticos aunque, decadentes
Sintientes por la vida.
A los que no oprimen 
ni traicionan
 Por la espalda más delgada
A los desarmados.
Los desnudos.

A los sobres de carta 
que llegan con tu nombre.
Al Aquiles con muletas
que pregonea en las esquinas.
A los tréboles de cuatro hojas
 que jamás encuentro.
A los besos en los andenes,
 esos, que son de bienvenida.
A los inocentes, 
los despistados.
A los alma de niños 
que aún creen.
A los que se interesan por el otro
Sin suponer
 porque le dijeron que supusiera.
A los que te dan la mano y no la espada.
A los que sonríen,
 aun en el dolor.
A esos...
 Que siguen creyendo en un mañana mejor
Aun...
 suspendidos entre medicinas y olor a hospitales huérfanos.
A los los calentones.
Esos que se cogen en una cordada oscura
 mientras llueve.
Y le llamamos Gatos
 por envidia a sus deseos más genuinos.
A las que gritamos al oído
 “ putas”
 por sus vulvas húmedas
 entre las manos.
Donde entendemos
 Que el paraíso
 solo está entre sus piernas y no más allá
 Del dictamen eclesiástico.
A los que le duele
 “ ahí”
En el puto centro.
Y sin embargo
 te ponen la mano en el hombro por tu dolor.
Por los corderos 
que gritan en el matadero.
Por los humildes
 que  desde abajo
de rodillas
 escuchan a los soberbios
Decir que son los mejores.

A los perseguidos
 por alguna causa justa.
A los inocentes, 
los despistados.
A los alma de niños que aún creen.
A los besos
 después de las peleas.
 Al hambre de las bocas…

Para mi
para  todos…
 para ninguno.
Bienvenidos